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| Tema: CHILE - Entrevista a WERNHER SHURMAN en el Diario La Nacion Jue Ago 27, 2009 10:18 pm | |
| El luchador que pelea en el cine y la televisión Wernher Schurmann es el único chileno que ha participado en la lucha libre estadounidense. Aquí la rompió en la temporada que transmitió Mega y se coronó campeón. Ha hecho de todo: desde idear las batallas del episodio de Manuel Rodríguez en la serie “Héroes” hasta sincronizar las mochas de “Huaiquimán y Tolosa” en Patronato. Y sigue entrenando duro.
Hace diez años, Wernher Schurmann, estudiante de Educación Física, encontró un aviso en el diario que promocionaba una jornada de lucha libre en el teatro Novedades de calle Cueto.
Nunca había visto una pelea en vivo. Desde chico había sentido atracción por esta disciplina. Aunque conservaba algunas borrosas imágenes de "Titanes del Ring" de TVN, su primer enganche fue la transmisión de los combates estadounidenses que hizo UCV a fines de los ’80.
Como el canal porteño exhibía las luchas de manera esporádica, Wernher recién pudo interiorizarse en la World Wrestling Federation (WWF) con la llegada del cable.
En la semana no había rock en el Novedades. Sólo combos, llaves y patadas voladoras. Quizás un poco de sangre. Schurmann se ubicó cerca del cuadrilátero. Quería asegurarse de observar los recursos de los luchadores.
Aunque se decepcionó con algunos, se entusiasmó para volver el jueves siguiente. Una noche, molesto por las interrupciones de un borracho que lanzaba botellas al ring, Wernher intervino en la gradería y sin violencia calmó al espectador.
Con el tiempo, adquirió el rol de guardia informal en las jornadas, ganando además la confianza de los organizadores de XTreme Lucha Libre.
"Me invitaron a entrenar a un gimnasio en Santa Rosa. Había seis colchonetas. En la primera sesión ya hice caídas y me di cuenta de que tenía condiciones. Me ayudó mucho haber visto analíticamente las luchas en televisión", recuerda a LND.
SIN RENDICIÓN
El debut llegó pronto. Wernher abriría el show en el Novedades, con 500 fanáticos clamando por golpes. En el camarín, mientras otros preparaban sus disfraces o ejercitaban las piernas, él aguardaba estático el llamado para salir a la arena.
Su experiencia como baterista en una banda de rock pesado servía para domar la ansiedad de enfrentar a un público eufórico. No inventó un personaje. No sería La Muerte ni Perro Rabioso. Simplemente Wernher. Tampoco usaría un vestuario especial.
Sin parafernalia, se puso un pantalón militar de camuflaje y una polera negra, con apariencia similar a la de Guille, unos de los luchadores del famoso videojuego Street Fighter.
"No me urgí. Me sentí cómodo interactuando con el público. Me dio lata inventar un personaje, porque no quería ser el típico luchador con botas y pantaletas. No va conmigo. Aproveché mi nombre, que es poco usual y encajaba bien. Sólo quería concentrarme en lo que vale: la lucha. Sabía que la estética es importante, pero me propuse volver a la raíz. Menos diálogo y más lucha", precisa.
La gente aceptó la oferta. Después de una larga temporada, en que perfeccionó movimientos y mejoró su agilidad, Wernher se desligó de XTreme. No sintonizaba con el nuevo perfil hardcore de la competencia.
Las heridas ya no eran accidentes. Con alambre púa, tachuelas y sillas, los luchadores estaban dispuestos a transgredir los límites deportivos. El torneo ya parecía más una película de Alex de la Iglesia.
Wernher se resignó a bajar por un rato del ring. En 2002, recibió el llamado de una productora que quería armar un torneo de lucha libre para la televisión. Con el humorista Checho Hirane y el empresario Abraham Sapoznik como financistas, se creó la Southamerican Wrestling Association (SWA) para la programación de Mega.
El show era en serio. Con 2.500 personas en el gimnasio municipal de San Miguel y otras miles por televisión, la lucha libre se maquillaba en nuestro país con un tono más profesional.
Le correspondió el penúltimo combate del primer programa. La actitud fue la misma del debut en el Novedades: había que marcar diferencia por técnica y energía. Esa misma noche, tras bambalinas, lo felicitaron por su facilidad para conectar con el público. Ese desplante ayudó a que participara en los 12 capítulos de la temporada y se coronara campeón.
La lucha libre no siguió en Mega. Wernher retomó, ya como profesor, las clases de educación física. A fines de 2003, un amigo le contó que Eddie Sharkey, conocido entrenador estadounidense, vendría para analizar si era posible instaurar alguna competencia en Chile.
Después de ofrecer una "clínica" del estilo gringo por dos semanas en Santiago, Sharkey concluyó que la empresa no era conveniente. Wernher fue uno de los pocos que llamó su atención. "Cuando puedas, date una vuelta por Minneapolis", le dijo Sharkey.
El chileno arregló todo para corresponder la invitación. "Coincidió con que yo ya había planificado mis vacaciones soñadas a Estados Unidos en marzo. Mi idea era ir a ver lucha libre y recitales de música", cuenta.
Antes que todo, aseguró ticket para "WrestleMania XX", el mayor evento de lucha libre a nivel mundial, que se realiza en el Madison Square Garden de Nueva York. Asistir a ese espectáculo y entrenar con Sharkey equivale a ver al Barcelona en el Camp Nou y después tirar paredes con Johan Cruyff o mirar a Led Zeppelin y luego improvisar unos riffs con Jimmy Page.
"Entrené dos meses con él. También trabajé con Jesús de la Torre, que me enseñó la lucha libre mexicana. Más allá de que son espectáculos distintos, son otras técnicas, acrobacias y ejecuciones", explica el luchador.
Se quedó en un albergue. En su pieza había 15 personas más, la mayoría extranjeros. Tenían un baño para todos. Si bien no quedaba cerca del galpón de Sharkey, el hostal fue un buen refugio en esos días.
Paralelamente al aprendizaje, Wernher postuló a la Ohio Valley Wrestling (OVW), una de las academias más importantes de luchadores.
El chileno confiaba en su capacidad, ya puesta a prueba en combates con titanes avezados como Lenny Lane en la competencia de Minnesota. Estrujó la visa de turista al máximo. Unas semanas después del regreso a nuestro país, se enteró de que había quedado seleccionado para el examen en OVW. Tenía que volver.
"Compré pasajes ida y vuelta para que la embajada tuviera la certeza de que pensaba retornar a Chile. Además, pagué US$600 por el cupo en la academia. Iría por una semana. La embajada no renovó mi visa y me dejaron con el bolso hecho", recuerda.
LLAVE AL DESTINO
No tuvo otra opción que responder al llamado de Juan Eduardo Varela, entrenador que le ofreció seguir su rutina de ejercicios en el gimnasio Leblon de la rotonda Atenas. Allí se enteró de que había un casting para la primera película chilena de artes marciales: "Kiltro".
Su vida tomaba un giro inesperado, a días de frustrarse su sueño americano. Cerca de 300 personas llegaron a la selección de Kiltro. En su turno, el luchador simuló una pelea ante una cámara.
Con un contendor invisible, igual se dio maña para mostrar sus trucos, incluyendo las caídas ensayadas en el galpón de Minneapolis. Quedó en el grupo de 15 personas que acompañarían a Marko Zaror y Miguel Ángel de Luca en esta aventura. Durante seis meses entrenaron cinco horas diarias en el Club Manquehue.
Las coreografías de lucha eran intensas. Con arneses y cables, herramientas desconocidas para el medio local, simulaban caídas de seis metros tras los golpes.
Al poco tiempo, Wernher asumió el cargo de stunt coordinator, responsable de supervisar las escenas de riesgo y estar pendiente desde las grúas hasta los actores.
Con Zaror y De Luca como protagonistas absolutos, el resto del elenco estaba compuesto por dobles. Siguiendo las categorías de Hollywood, se dividieron en "stunt man" y "stunt double".
El primero puede caracterizar a varios personajes secundarios en la cinta, mientras el segundo se remite a reemplazar al actor titular en las escenas de riesgo.
"Llegaron muchos cinturones negros en busca de fama. Los dobles no podemos tener ego. En un combate normal, uno esquiva los golpes. En una escena, uno tiene que dejar que el combo llegue", dice Wernher.
En una escena, Zaror, acorralado en un callejón, se defendía con un palo de sus enemigos. Uno de ellos era Wernher, quien, tras recibir el golpe, cayó al suelo y sufrió un colapso nervioso que paralizó todo su cuerpo. Schurmann sintió un shock eléctrico que se desparramó por sus extremidades. Lo llevaron en ambulancia a una clínica.
"A la semana estaba volando por una ventana y al otro lado sólo me esperaba el cemento", repasa con humor.
El paso a la televisión fue rápido. En la serie "Huaiquimán y Tolosa" (HyT) de Canal 13 no sólo supervisó las escenas. Con el barrio Patronato como escenario, Wernher se inició como coreógrafo de peleas.
A diferencia del cine, en que no se despegaban del story board, ahora todo se armaba sobre la marcha. La lógica de las cámaras también era distinta. La acción debía acomodarse al lente, al revés que en el cine.
"Las primeras coreografías no se veían como pensaba. Tuvimos que considerar un escenario en vivo, sin cortes. Tal como en la lucha libre, me sirvió ser un espectador analítico. Detectas cuando hay un cable ordinario o una patada mediocre", explica a LND.
Wernher preparaba varias alternativas coreográficas para cada capítulo. Tras la lectura del guión, disponía de los elementos para que la lucha fuera coherente con la historia.
Captando el ánimo de los personajes, se aseguraba de que no salieran combos y patadas al azar. También pensaba en las condiciones de cada actor. Si notaba que alguien era tieso, adaptaba la coreografía a los movimientos que éste pudiera plasmar con naturalidad.
Tiempo después, el team fue contactado por el director Cristián Galaz, a cargo de los episodios dedicados a José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez en la serie "Héroes" de Canal 13. Galaz quería asegurarse de que las batallas independistas se vieran reales.
"Galaz llegó con algunas dudas, pero a los pocos minutos se dio cuenta de que había encontrado lo que buscaba. Parte del proceso fue instruir a Benjamín Vicuña y Erto Pantoja en el uso de sables y cuchillos", valora.
El regreso al cine fue con "Mirageman". Más allá de la noble tarea de entregarnos un superhéroe chileno, el surgimiento de este tipo de películas ha ampliado el espectro del cine nacional.
Si parte de la crítica las encuentra infantiles o básicas, es otro cuento. Wernher tiene muy claro que más importa la extensión del fenómeno.
Vale más una cinta adolescente de pandillas o una llena de patadas que un drama lacrimógeno y anacrónico, cuya meta esencial sea conseguir subvenciones o mostrar artificialmente la desgracia del tercer mundo en festivales refinados.
Mientras en estas nuevas películas exista una mirada sincera, auténtica, que conozca el mundo que describe, tienen una gran chance de conquistar a un público fiel. En el último tiempo, el luchador ha combinado cine ("Tony Manero", "Santos") con televisión ("Papi Ricky", "Alguien te mira", "Lola", "Los ’80"), siempre enfocado en la planificación de luchas y escenas de riesgo.
Hace un año separó aguas amistosamente con Zaror y hoy trabaja de forma independiente. Sigue entrenando con el mismo afán de esa tarde en que usó una de las seis colchonetas del gimnasio de avenida Santa Rosa.
(Gentileza Diario LA NACION de CHILE)
Fuente:WrestlingDom | |
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